sábado, 20 de febrero de 2010

Sólo es necesario que de repente explote el silencio para echar de menos todo aquel ruido. Que explote y todo se convierta en humo que se convierte en evidente y que se convierte en las más bajas necesidades, bajas y carnales, profundas, a veces sucias, a veces sucias y rebosantes desde la boca hasta aquellos lugares que no imaginábamos, y que poco a poco les damos vida, se usan, se lamen, se limpian y se sonríe. Vuelve a ser todo perfecto.




A veces creo que se me reduce todo proporcionalmente a gran velocidad, y el espacio que queda entre conocerlo o no es abismal en ese hueco tan pequeño que existe por algún lado de la cabeza.

A veces soy como un ser grotesco, con las cejas mal depiladas y cara de adolescente vs un ser hecho de encaje, sin clase y grotesco también, pero de encaje.