jueves, 28 de enero de 2010

Mucho mucho más abajo del frío que guarda la planta de los pies, del suelo, de los vecinos, más abajo de cuando se grita por el balcón ¡butano! Del asfalto, lo palpable, lo áspero, lo ruidoso. Más abajo. Donde empiezan las líneas de los horizontes. Y acaban por juntarse todas las líneas, incluso las que forman aristas en la habitación, las líneas que solo se intuyen, las marcas en la frente, el sonido del claxon que entra al oído como un hilo hecho línea, la línea tensa y perpendicular que nace de la piel, el desnudo interior de una nalga. Allí. Un poco lejos. Se que todo funciona. Solo hay que esperar para llegar allí, -por magdalena creo- y tener una de esas piedras escondidas.