miércoles, 6 de enero de 2010

"No quería uno bueno y grande, ¿un bacalao? No gracias, ya no lo necesito, mañana señor, mañana me voy. El bacalao es que siempre ha sido demasiado salao para mi gusto, igual que sus casas, una de ellas está pintada de felicidad, de un amarillo tenso, de labios rojos y ojos grandes. La otra casa está vacía, es un poco verde y marrón, más que marrón es beige, pero huele bien, fíjate, una huele bien y la otra de color felicidad, y si no te ríes te obligan porque allí siempre hay que estar feliz. Por eso a mi no me gusta ir, porque hay días que no me apetece, entonces voy a la que está vacía, que por lo menos huele bien. Pero el bote de suavizante también huele bien y no está habitado, asi que no me vale.

Entonces ellas huyen también sin que nadie sepan que se están moviendo y se desnudan, y ves que no hay nada, que sus cuerpos en el fondo se parecen, pero miran abajo avergonzándose de lo realmente tienen. Entra más gente, todos se desnudan, y ellas miran envidiosas, son envidiosas, tan envidiosas que una siempre ríe forzada y la otra no habla para que nadie sepa que está vacía.
Se vuelven a vestir, lo dejan todo sucio y ruidoso, se arrancan los nervios para dejarlos caer, y con sus fetos en mano se marchan, dejando un rastro con el papel de plata del chocolate.
Y no miran atrás, y aquí sigue todo igual, a veces peor, a veces por igual se entiende que peor. Guárdese sus filetes, mariscos y servilletas de colores. Guárdeselos, que nadie quiere verlos".

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