miércoles, 20 de enero de 2010

Entonces guardaba todo el olor en el cuello, en aquellos cuellos que se esconden en invierno, pero se reconocen en seguida, a veces se pierden en la calle y vuelven a aparecer recorriendo kilómetros y kilómetros de distancia para recordar que están ahí, aunque creo que nunca lo he visto, que nunca me he parado a mirarlo como se miran las cosas pequeñas, importantes, como las que se guardan en cajas de zapatos, por miedo a ser olvidadas y sin embargo, necesarias. Y el pelo justo para enterrar la mano y que se pierdan los dedos. Y una boca pequeña, tan pequeña que solo dice lo necesario para sonreír, como cuando encuentras un dado de parchís diminuto en la calle, pues igual. Y lo guardas en la caja de zapatos, para que no se te olvide que es importante. A veces vuelven a aparecer las manos que dibujan en el cuerpo todo lo que quieres que te dibujen. Recuerdo que otras bailaron, otras resbalaron, tropezaron, otras me dieron un impulso para me fuera lejos, es entonces cuando aparecen unas que te dibujan y reapareces, y existes. Es solo eso. Dibujando pasos y paseos por las aceras, recorridos que entran en una espiral azul. Vuelven a caer en el ombligo y en el olor a suavizante de los calzoncillos y en el centro de la espiral todo el calor de enero debajo de las sábanas. Porque es enero, y aún me hago pasar por estudiante, pero es hora de empezar a memorizar, lo necesario. Análisis y síntesis.

2 comentarios:

Aqui assegut dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Aqui assegut dijo...

un cuello rojo que espera para volver a hacer los 377