miércoles, 3 de diciembre de 2008

Dormiré durante varios días, y la gente que pasea por la calle, con sus altos y rectos cuellos, asomando la cabeza por el balcón mirarán deseosos, intrigados, hablando entre ellos ¿pasará frío mientras duerme? No me importa que miren, les basta con murmurar desde fuera, aferrándose a lo creer conocer. Empieza a llover, y ellos siguen esperando algún movimiento, impasibles. Ven como guardo algo en un cajón, cerrado con llave, posiblemente lleno de moscas, y vuelvo a darme la vuelta con la llave atada al cuello. Hablan entre ellos. Siguen esperando. Sus altos y rectos cuellos empiezan a helarse, inmóviles. Me quedo en un rincón de la cama, pero no tengo frío entre mis sábanas de franela. Creo que mi cama no se llega a ser de noventa, demasiado grande.

No hay comentarios: