Y podría pensar en cómo quedaría mi cuerpo salpicado de tinta negra, de barniz o de olor a disolvente, disolvente italiano que elimina los restos de grasa que intentan esconderse hasta en el más inapreciable poro de la piel. Poros que lloriquean al verse sumidos en la insignificancia, y que necesitan una inyección para calmar el dolor que les oprime cuando inevitablemente se dilatan, buscando consuelo en aquellas pequeñas dosis de droga que conseguían de contrabando. Pero no lo voy a pensar.
Ahora no, no puedo decir como me siento, no puedo más que pensar en el dolor que producen mis poros, cuando llego a la cama y se rozan con un tejido inerte.
Poros ansiosos por sentirse húmedos
y cálidos
viernes, 5 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario