jueves, 5 de marzo de 2009

Hace años que soy adicta al chocolate y a la cerveza, a los besos en la frente, a ver películas solo por el título, últimamente a oler la noche de cerca y no a través de la ventana. Por algún extraño motivo los miradores me producen nostalgia, como el invierno, como el olor a azahar y a romero, canela y limón. Hace años que no me peino, que solo uso calcetines que sean de rayas, que allí donde vaya huele a café, o yo por lo menos siempre lo busco. Grito para hacerle cosquillas a mi garganta, y dicen que últimamente mucho más. Sonrío porque me da la gana, porque no me cuesta y porque la gente se contagia y también sonríe. Escribo porque no me gusta olvidar, porque un momento se llena de pequeños instantes y solo se pierden si se olvidan. Odio la lluvia, tener los pies mojados, y que me salpiquen con preguntas de por qué y hacia quien escribo.

Las salas de exposiciones no tienen a la salida una hoja de reclamaciones por si quieres decir que no te ha gustado un determinado cuadro, o la firma, o el marco, o el color, o la disposición, o el tamaño, o la temática. Es lo que hay. A unos les gusta y a otros no, unos repetirán, otros no. Cuestión de intereses.

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