miércoles, 29 de abril de 2009

Entonces no lo sabía, pero desde los dieciséis pasaba las tardes de los viernes tomando café, oliendo a tabaco y mezclándolo con sueños, mezclándolos con eva. Ella sabe cada uno de ellos, a veces incluso mejor que yo. La tarde de los viernes se convirtió en todas las tardes posibles, si hacía tormenta (como hoy) café caliente y tabaco, y risas y besos, secretos y sueños, palabras que no se dicen y te hacen reir o llorar, pero muchos tequieros con café y besos de fortuna.
En Perugia aún no he encontrado esa cafetería, esa con la mesa de madera al fondo, o a veces, el rincón de la barra que sabes es para ti, donde siempre va la misma gente, y puedes tararear cada canción. Y yo le hablaba de proyectos, de ideas, de exposiciones, desvariaba…y el momento cumbre era su “se te va” o el “estás fatal”, pero a mi me servía para aclararme.
Mientras lo encuentro, haré el intento de volver a desvariar, porque el camino fácil no me está llevando a muchos sitios…empiezo a disolverme.

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