viernes, 17 de abril de 2009

Llevo mi camiseta azul eléctrico, muy española, muy de Alicia sin su país de las maravillas. Alicia se pasó todo el día en pijama, sin maravillas pero en pijama, y salió a la calle a dar besos, menos de los que le hubieran gustado, pero los dio, con su camiseta azul eléctrico. Y bebió cerveza, menos de la que le hubiera gustado, y amaro, sin la persona con la que le hubiera gustado, pero hizo todo esto, porque en su país no falta la cerveza, a veces el ron, y a veces las personas, pero estaba contenta, menos de lo que le hubiera gustado, y más de lo que pensaba. De tener sus maravillas, más lejos de lo que le hubiera gustado, y en menos cantidad, pero con sus botines grises llenos de manchas de cerveza, que le salpicaba cada vez que se reía.

El día que lo conoció estuvieron en el mismo sitio, no de azul, sino de negro, y entonces nació Modigliani… y Magritte, (que por lo visto en una vida pasada se amaron tanto hasta tener una pipa, pero él le dijo eso no es una pipa, y fue hasta Milán para imprimirla en una postal, que hoy está colgada en mi pared, y le respondió ya lo se, por eso lo he hecho). El caso es que casi muere de tanto fumar, porque Alicia fumaba, y más si quería hacer que la sensación de cinco minutos se convirtieran en dos horas…o una, o dos meses, o que ahora todos pensaran que es formal cuando el mundo se pixela entre la palabra crisis, crisis pixelada y asfixiada, y es que las maravillas de aquel país perderían su sentido funcional si no existieran con su porción de crisis, ofertas y demandas.

Pero hoy solo te echo de menos

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