domingo, 9 de noviembre de 2008

Ayer por la mañana todo me parecía acojonantemente poético, la estación de tren (ya de por sí con su propia poética inevitable), las encias sangrantes de sara, el libro "nocilla experience" que caía unos instantes en mis manos, y daba igual que capítulo leyera porque me parecía increible, un cuadro en el asiento de al lado llamado julio, el ruido de los trenes viejos italianos, la luz que se filtraba por los cristales sucios. Todo guardaba el mismo aliento. Cierro los ojos, pensando que mi nivel de sensiblidad se había disparado esa mañana. Cojo un guía de Italia, no se que movida estaba leyendo cuando de repente leo que el horario es de 8,30 de la mañana hasta el atardecer.

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