La noche cayó,
no aguantaba tanto peso,
tanto frío,
y se desplomó sobre nosotros,
congelando las palabras,
congelando el aliento.
Las miradas eran tristes,
y buscábamos un lugar donde refugiarnos del frío y de la tristeza.
Pero no lo encontramos,
atados a la necesidad de huir,
atados con las manos,
que se enredaban,
se confundían,
desprendiendo calor.
Y mi boca ardía,
y temblaba,
y derramaba lágrimas
que caían e incendiaban mi cuello.
Dejando heridas,
que curabas con tu boca.
quemándote los labios.
Pero no podía curar-te-los, no debía, no lo hice.
Mañana no te dolerán.
Mañana nos dolerán.
Aprendimos a callar,
y a suspirar
a desear,
y a no besar.
sábado, 29 de noviembre de 2008
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