lunes, 24 de noviembre de 2008

the show must go on

Sabía muy bien que tenía que decir, lo había repasado día y noche durante largo tiempo, las pausas, los silencios, las entonaciones, repasando cada movimiento, la expresividad en el rostro, los gestos, sabiendo que el público no volvía dos veces a una actuación si la primera no le gustaba. Estaba nervioso, salir al escenario ante cientos de miradas clavadas en él no era fácil. Lo hizo. Lo hizo. Tranquilo. Respirando tranquilo. El corazón se calmaba. Una mirada. Una mirada le hizo perder el control, cuando quiso darse cuenta, ya no había guión, ya no se céñía a aquellos movimientos cautelosos que debía seguir. Quería memorizar aquella mirada y no podía pensar cual era su función. La función estaba destrozándose. Pero ninguno de los dos apartaba la vista. Ahora todo era mucho más espontáneo. Más verdadero. Con más magia. Pero todos los espectadores eran conscientes de que aquello no formaba parte del guión, que perdía el sentido de la forma. Que no era razonable, y si no es razonable no es comprensible - inevitable pensamiento donde se refugia el miedo-. Se escuchaba un gran murmullo en la sala, hasta que fueron alejándose, perdiendo la fuerza, perdiendo la fuerza en el escenario.

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